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Cuando a un Banco Central le importa más no defraudar a los mercados en las expectativas que él mismo les ha creado previamente, no hay forma de tomar una decisión en términos racionales y fuera de las presiones de aquellos sectores y actividades que viven del dinero gratis. Pero es aún peor cuando se quiere dar una aparente sensación de independencia frente al consenso de mercado concediendo una parte y no todo lo que estaba descontado por los inversores, ya que esto alimenta todavía más la volatilidad y la ausencia de un escenario claro.