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Cuando le preguntas si el lunes seguirá siendo el ministro del Interior, sonríe, dice que la semana próxima todavía estará en funciones y añade, sin más, que su "compromiso con Sánchez y el PSOE sigue intacto". La entrevista se celebra en un pequeño receso del Congreso internacional de igualdad de género en el ámbito de la seguridad, que se está celebrando en Toledo, en el único hueco disponible en su saturada agenda, plagada de actos electorales, en puertas del 10-N. Aunque ahora es el responsable de garantizar la seguridad de los españoles es inevitable seguir relacionándole con su vida anterior, cuando era considerado un juez estrella de la Audiencia Nacional o uno de los miembros más respetados del Consejo General del Poder Judicial. De hecho, es imposible abordar cualquier tema de actualidad que no termine con una alusión al ordenamiento jurídico y al estricto cumplimiento de la legalidad constitucional, por encima de cualquier otra consideración. Fernando Grande-Marlaska (Bilbao, 1962) ha cambiado el poder judicial por el ejecutivo, pero mantiene inalterables sus principios de hombre valiente -que plantó cara al terrorismo de ETA, paseándose por las herriko tabernas cuando le pusieron en la diana- o su condición de activista comprometido con la causa LGTB, los refugiados o la defensa de las víctimas de violencia machista. Especial Elecciones