Sebastián Albella
28/12/2018, 07:44
Fri, 28 Dec 2018 07:44:41 +0100
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Aún recuerdo la sensación de desasosiego y decepción que sentí el 24 de junio de 2016 cuando nos levantamos con la noticia, inesperada, de que David Cameron, el aprendiz de brujo, había perdido su apuesta sobre el Brexit. No podía dar crédito. Tras cuarenta años de implicación en el proyecto europeo -un auténtico milagro de la civilización- había prevalecido, en una sociedad como la británica, el instinto disgregador y nacionalista. Habían ganado los somewhere a los anywhere, por usar las expresiones utilizadas en un gran artículo que leí a principios de 2017 en el Financial Times (de un periodista y escritor muy conocido en Inglaterra, David Goodhart). Es decir, había ganado la parte de la población menos cosmopolita, más apegada a lo local, más temerosa de los efectos de la globalización, por expresarme de un modo algo aséptico.