¿Es posible crear decenas de miles de nuevas empresas en un país en el que acaba de terminar una dura cuarentena y la economía registra sus peores resultados en décadas? Chile está demostrando que sí, que se puede. Y lo está haciendo a bombo y platillo: 158.586 nuevas empresas en un año, un 14,4% más que en 2019. Sí, todo esto en la pandemia de 2020.

Este fenómeno es a la vez sorprendente e inspirador. Al fin y al cabo, el aumento de la actividad emprendedora no se está produciendo en una ola de euforia, sino en medio de una tormenta económica. La pregunta clave es qué lo explica y si podemos considerarlo una tendencia sostenible.

Cifras récord y clima real

Sólo en diciembre de 2020 se registraron en el país 12.954 empresas. Esto supone un 31,4% más que un año antes. Y un abrumador 83% optó por el régimen de registro simplificado (RES) en lugar de la tradicional publicación en el Diario Oficial. Esta es otra señal: los empresarios están dispuestos a actuar con rapidez y flexibilidad.

La región más activa fue la capital, donde se registraron más de 63.000 empresas. Le siguen Valparaíso y Biobío. Tiene sentido: estas regiones tienen una alta concentración de población, logística e infraestructura. Pero estas cifras esconden algo más: para miles de chilenos, emprender se ha convertido no en un lujo, sino en la única forma de mantenerse a flote.

La crisis como catalizador

El año 2020 fue una verdadera prueba de supervivencia. Las empresas cerraban, la gente perdía su empleo, la producción se estancaba. Pero, paradójicamente, fue la crisis la que desencadenó una oleada de startups. Cuando los mecanismos habituales de empleo no funcionan, se ponen en marcha mecanismos alternativos. Muchas empezaron en pequeño: reparto, servicios en línea, comercio, artesanía.

Los municipios se han subido a la ola. Por ejemplo, la ciudad de Sagrada Familia (región del Maule) redujo el impuesto municipal para las sociedades de inversión al 0,25%. El resultado son 158 nuevos registros y un 80% de los ingresos presupuestarios procedentes de dichas empresas. Esto demuestra que una política fiscal sensata puede revitalizar la actividad empresarial incluso en un contexto de estancamiento general.

La economía en el inicio de la recuperación

Según las previsiones, la economía chilena podría crecer entre un 5 y un 6,5% en 2021. El optimismo de los analistas se debe principalmente a la vacunación: el acceso masivo a las vacunas permite esperar una recuperación de la actividad de consumo. Si a esto se añade el fuerte potencial exportador, queda claro por qué el PIB puede compensar la caída del año anterior.

Los proyectos de infraestructuras públicas para los próximos cinco años superan ya los 30.000 millones de dólares. En el sector privado, se han registrado 235 iniciativas de inversión por un total de más de 73.000 millones. Las inversiones se destinan a la energía, el suministro de agua y la digitalización.

Por ejemplo, en enero se puso en marcha uno de los mayores proyectos, la desaladora de Kaitán, con una inversión de 800 millones de dólares. También se iniciaron las obras de la central solar de Valle Escondido (138 millones de dólares, 200 empleos) y el proyecto de infraestructuras de Aconcagua (372 millones de dólares, más de mil empleos). Los parques eólicos de Antofagasta, con una inversión conjunta de más de mil millones de dólares, están en fase de registro.

Si todo va según lo previsto, en cinco años se crearán más de 165.000 nuevos puestos de trabajo. De ellos, unos 75.000 son permanentes y otros 244.000 indirectos. No son sólo cifras. Son potencial de crecimiento, una oportunidad para que miles de familias recuperen la estabilidad.

Entre los proyectos más significativos:

  • Planta desalinizadora de Caytán 800 millones de dólares, sector abastecimiento de agua, Santiago.
  • Proyecto solar Valle Escondido 138 millones de dólares, energía, región de Atacama, 200 empleos.
  • Proyecto Aconcagua 372 millones de dólares, infraestructuras, región de Valparaíso, 1.102 empleos.
  • Parque eólico Antofagasta 684 millones de dólares, energía, región de Antofagasta, 150 empleos.
  • Parque eólico Lomas de Taltal 424 millones de dólares, energía, región de Antofagasta, 316 empleos.

Estas instalaciones no son meros planes de inversión, sino pasos reales hacia la creación de una economía sostenible y modernizada.

¿Y ahora qué?

La principal amenaza es la inestabilidad política. Tras las protestas, la pandemia y la contracción económica, el país necesita señales claras: a las empresas, de que los riesgos son mínimos; a los inversores, de que se preservan las reglas del juego; a la sociedad, de que la recuperación no será sólo sobre el papel.

Hoy, Chile tiene la oportunidad de convertir el estrés económico en una transformación sostenible. Y si esta oportunidad se aprovecha sabiamente, el país podría convertirse en un modelo de cómo América Latina puede confiar en el espíritu empresarial incluso en los momentos más difíciles.